19 de noviembre de 2009

Realmente esperaba que lo entiendas antes de que tengas que sufrirlo. No quería que te sientas lastimado, o bien, no directamente. Sabía que alguna vez te iba a pasar a vos, ¿me explico? Sabía que con todas las forreadas que te mandaste, con todas las personas que lastimaste, todas las cagadas de las que no fuiste capaz de hacerte cargo, todas las veces que supiste arruinarme, todo lo que sabías y omitiste indiscriminadamente, todo lo que intentaste grabar en mí, todo lo que seguís tratando de provocar, del dolor que, se bien, siempre te encantó causar; debías tener alguna especie de complejo emocional, alguna necesidad enferma de descepcionar, de defraudar. De ilusionar y luego romper, de amar (o fingir hacerlo), y aún así, tener la capacidad de ser tan cruel, tan frío, tan basura. Y, después de todo no me equivoqué, ya que vos mismo me admitiste alguna vez, lo horrible que te sentías todos los días de tu miserable existencia. Y eso, mi queridísimo, se debe nada más y nada menos, a lo que hacés. Si si, a todos y cada uno de tus actos. Porque vos hacés y deshacés con la gente lo que se te place, sin pensar nunca en las consecuancias, sin pensar en nada que no desemboque en vos. Pero, ¿qué pasó? Por supuesto, alguna vez tu método tenía que fallar. Alguna vez tenías que ser vos el que no entienda, el que esté confundido, descolocado, perdido. Y me alegra que experimentes eso ahora, porque realmente ya era tiempo. LLevás tantos años malgastando tu vida en boludeces, preocupándote siempre por lo que los demás vayan a pensar, usando personas, hiriéndolas. Ya era tiempo de un cambio, ¿no te parece? Es gracioso cómo cambian las cosas, cómo se dan vuelta. Yo solía llorar por vos cada día, semana y mes, solía quedarme en la noche pensando en qué había hecho para merecer tanto desprecio de tu parte, solía intentar descifrar el famoso 'código alejo', por el que pensé que regías tus movidas (aunque un lapso depués pasaría a descubrir que no operás igual que la mayoría), solía lastimarme por vos, hacer cosas que sabía estaban mal, pero las hacía igual, porque me sentía tan pero tan desconsolada, que una mirada tuya lograba calmarme. Llegué a hacer cosas absurdas por llamar tu atención, una verdadera idiota, ahora lo sé. Pero necesitaba de vos, te necesitaba a vos. Y vos, nunca estuviste ahí. Pero ojalá hubiese sido tan simple como eso. Porque no sólo no estabas ahí, sino que fingías estarlo. Y yo me lo creía, sí, cada vez. Yo creía en todo lo que me decías, porque creía en vos, porque sé (y vos también) que sí estuviste enamorado de mí, y me amaste, mucho me amaste. Y , ¿sabés que? te dio miedo, si, estabas aterrado. Era algo que se te había ido de las manos, algo que ya no podías controlar. Y claro, no te gustó eso de depender de otra persona. Buscaste, entonces, la mejor manera de alejarte de todo lo que te pasaba: engañarte. Empezaste a lastimarme una y mil veces, cada vez más profundamente, más repetidamente, más dolorosamente. Y yo, siempre una estúpida, te perdoné todo, to do. Te odié, te lloré, te insulté, te grité. Y vos fingías. Y te perdonaba, te abrazaba, volvía, 'olvidaba'. Y vos fingías. Siempre te amé, te cuidé, te di lo mejor.


Pero vos nunca pudiste dejar de fingir.